LA TRENZA 

Laetita Colombani 

EDITORIAL SALAMANDRA  

Se entrelazan de tres en tres, los mechones de una vida. Y se vuelven entrelazar, una vez y otra… Mientras escribimos la historia de una trenza. Mi obra avanza despacio. Es un trabajo delicado este. Dejar los dedos bailar ese exótico ballet. Pensar en las vidas que unen esos suaves cabellos que bailan entre mis dedos.

A veces, uno de los tres hilos se deshace. Entonces nace la catástrofe, el terremoto, el tsunami que lo arrastra todo. Todo lo que había conseguido se deshace entre mis dedos. Así que pienso, hay que volver a empezar.

Hay que volver a entrelazar mechones para trenzar la vida.

 

Laetita Colombani es la escritora francesa de la novela conmovedora “La trenza”. 

En esta trenza tenemos tres mechones, tres mujeres que viven en continentes distintos. Cada una nos cuenta su historia. En ellas sentimos una sensación desconocida: una poderosa sed de libertad. Cada una es un mechón de la trenza, la trenza que las entrelaza y las lleva hacia esa libertad.

Uno de los mechones es Smita. Ella sobrevive en Badlapur (Índia) recogiendo los excrementos de las casas más ricas. Enfadada con su vida y con lo que no puede llegar a ser, apacigua su sed posando sus esperanzas en su hija, Lalita. Lucha para que pueda estudiar, para que su vida valga la pena, para que su vida no sea como la de ella. Y para ello Smita está dispuesta a retar las leyes de ese injusto mundo que no las deja respirar.

El segundo mechón es Giulia. Ella trabaja en Sicilia (Italia), en el taller familiar que confecciona pelucas con pelo auténtico de Italia. Eso a ella le apasiona, por eso, empieza a trabajar allí. Un día su padre tiene un accidente y Giulia descubre que el taller está a punto de quebrar. Entonces, reúne toda su fuerza y valentía para superar el infortunio. Desesperada, decide ampliar su horizonte y descubrir otros lugares y sitios que le ayuden a afrontar la adversidad. Más tarde descubrirá que la adversidad está más cerca de lo que piensa.

Y por último, el tercer mechón es Sarah. Ella es una abogada de reconocido prestigio en Montreal (Canadá). Ha luchado muchísimo por su carrera y lo ha sacrificado todo. Ha pasado por dos matrimonios y tiene tres hijos a los que no ha visto crecer. Un día, Sarah recibe una noticia que le cambiará la vida y deberá escoger lo que verdaderamente quiere. Deberá luchar por cerrar ese agujero negro que cada día conquista un centímetro más de su pecho. Deberá luchar por sus hijos, por su vida.

Y al final, descubres esa mano que va uniendo los tres mechones. Piensas en la mujer de la otra punta del mundo, India, que dio sus cabellos, en las trabajadoras sicilianas que los seleccionaron y trataron pacientemente, y finalmente, en esa cabellera que viajó hasta Canadá y le dio a una mujer lo que había perdido. Y piensas que el universo trabaja al unísono por conseguir una curación, una curación que a veces se puede encontrar en el solo hecho de ir entrelazando mechones e ir creando una trenza, ir creando algo.

I ahora esas frases que robo de los libros:

”Smita se despierta con una sensación extraña, una urgencia tierna, una mariposa en el estómago desconocida para ella. Hoy es un día que recordará toda su vida. Hoy su hija empieza la escuela.”

“Cruzan y, de pronto, ya es el momento de soltar la mano de su hija al otro lado de la carretera. Le gustaría decirle tantas cosas… Alégrate, tu vida no será cómo la mía, tendrás salud, no toserás cómo yo, vivirás mejor y más tiempo, te respetarán. No tendrás siempre ese olor inmundo, ese hedor maldito y del que es imposible despojarse, serás digna. Nadie te arrojará las sobras de la comida cómo a un perro. Nunca agacharás la cabeza ni la mirada. Cuánto le gustaría decirle todo eso… Pero no sabe cómo expresarlo, cómo hablarle a su hija de sus esperanzas, de sus sueños un poco locos, de esa mariposa que agita las alas en su estómago.

Así que se inclina hacia ella y se limita a decirle: Ve.”

“La vida es así, se dice, a veces junta los momentos más sombríos y los más luminosos. Da y quita al mismo tiempo.”

“Sabe muy bien que significan esas palabras. Luchará sola y en silencio. Se cree lo bastante fuerte como para hacerlo.”

“Es una araña pequeña, con el cuerpo fino y unas patas tan delicadas como puntos de encaje. Debe de haber subido por la cañería y se ha encontrado allí, atrapada en la bañera de hierro esmaltado, en aquella inmensidad blanca que no le ofrece escapatoria. Al principio habrá luchado, habrá intentado trepar por la pared fría, pero sus delgadas patas han debido de resbalar y devolverla al fondo de la concavidad. Ha acabo comprendiendo que era inútil luchar y ahora, inmóvil, aguarda su destino, otra salida. ¿Cuál?
De repente, Giulia se echa a llorar. Lo que la ha alterado no ha sido ver la araña negra sobre el esmalto blanco, sino más bien la certeza estar, como ella, prisionera en una trampa de la que nadie va a sacarla.”

“La vida, se dice, es injusta, haciendo recaer exclusivamente sobre sus hombros el peso de toda su familia.”

“Un hombre rapado puede ser sexy; una mujer calva siempre será una enferma, se dice Sarah.”

“Ir ahí quiere decir mucho. Significa aceptar la enfermedad de una vez por todas. Dejar de rechazarla, dejar de negarla. Mirarla de frente y verla tal y como es: no un castigo o una fatalidad, una maldición a la que hay que resignarse, sino un hecho, un suceso en la vida, una prueba que superar.”

Y ahora unas curiosidades:

*Laetita Colombani nació el 1976 en Burdeos (Francia).

*Estudió cine en la escuela Louis Lumière y dirigió su primera película con tan solo veinticinco años. En poco tiempo se ha considerado como directora, guionista y actriz.

*La trenza, su primera novela, se ha vendido en casi treinta países antes incluso de su publicación. Ha permanecido durante meses en lo más alto de las lista de ventas francesas.

*Con cerca de medio millón de ejemplares vendidos en Francia y casi treinta traducciones en curso, La trenza fue uno de los fenómenos editoriales de 2017.

*Ha recibido numerosos premios internacionales, entre ellos el 40º Premio Relay Voyageurs Readers.

 

Hacer una trenza requiere su tiempo. Debes arreglar, ahuecar y peinar cada mechón. Con delicadeza, paciencia. Poco a poco el pelo deja de oponer resistencia y se amolda al dócil movimiento de nuestros dedos. Cada mechón aporta a la trenza su historia, su belleza, su fuerza.

Así la trenza durará para siempre.

 

Mi agradecimiento a la EDITORIAL SALAMANDRA por confiar en mí.

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